No
veía, lo juro , no veía...
Debe
ser que enceguece lo radiante
de la
ilusión y es muy alucinante
su
estúpida alegría.
Como
cualquier amante,
no sé
si no podía o no quería
admitir
que el romance se volvía
una
triste rutina agonizante.
Resulta
paradójico que avene
la
más clara verdad ante unos ojos
de
lágrimas repletos
Hoy ya
veo lo poco que conviene
vivir
para llorar por los despojos
de los
viejos amores obsoletos.
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