viernes, 6 de agosto de 2021

Lo cardinal





No culpes al destino,

no hay estrellas maléficas, capaces

de decidir tu suerte.


Te bastas y te sobras

para trazar la ruta cardinal

en que habrás de perderte

y para ir sembrando de espinas los senderos

por los que a diario arrastras

tus pies desorientados.


Perseguir la entelequia

del abrazo amigable

y hacer de una sonrisa el fulgor de tu Norte

ya es suficiente estigma.


Es esperar...


Es esperar,

amor,

más que otra cosa,

un milagro que llegue a encaminarnos

por rumbos placenteros.


Es esperar,

el vicio

de mantener en vilo y expectante

la tenue llama azul de la ilusión,

lo que nos martiriza y nos señala

la epidermis del alma con tantos cardenales

y nos hace vivir

tan desesperanzados.


La fe,

ese porfiado combustible,

no dura para siempre.


Mi corazón, que convertí en la hoguera

cada noche sin Luna,

ya no tiene más fuego

ni más fervor que dar,

y sin latido

agonizan sus brasas.


Pero pudiera ser...


Pudiera ser que aún,

si lo animase un soplo inspirador,

se recordase anhelo a la conquista

de no importa qué puntos cardinales.


Y que aun siendo ceniza consiguiera

recuperar el ímpetu del vuelo.



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