Lo noto,
día a día,
me desmaterializo.
Dejo de estar sujeta a lo concreto,
de ser una entidad reconocible
con forma y nitidez en la consciencia
de los otros.
Yo misma
dudo si alguna vez habré sido algo más
que una bocanada
de humo,
dibujando sobre el aire
caprichos sensitivos
que enredados y absortos en su propia emoción
se van difuminando.
Y luego están los vientos de la vida,
prodigio de eficiencia.
A base de mecerme e irme diluyendo,
hoy casi han conseguido hacerme evanescente.
Apenas melodía imperceptible
habitando el silencio,
buscadme en el envés de los suspiros
de seda de la brisa.
O en las zarzas que pueblan las veredas
Soy el rastro de sangre que reluce
en todas sus espinas.
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