Nunca falte un regalo en sus zapatos
tan llenos de ilusión y siempre sean
capaces de saber lo que desean
los Reyes, sin que importen garabatos.
Y esos ojos, abiertos como platos,
y esas manos chiquitas que palmean,
trasmitan emoción, mientras tantean
envoltorios de todos los formatos.
Rendirse ante el candor de lo inocente,
dejar que te transporte al lado ameno
de la vida su risa transparente.
La Navidad es eso más que nada...
ver por virtud del cristalino ajeno,
recobrando la magia en la mirada.
Y, haciendo de Melchor, de madrugada,
! hartarse de comer roscón relleno!
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