Al clarear el día
ya
lo tenía el cielo decidido:
Pan
para hoy.
El
aire
es
de una tersura despiadada
y
de tal levedad que desconcierta.
Casi
no cuesta esfuerzo
respirar
este piélago de olores
que
llegan en bandadas rumorosas
pregonando
que aún
nos
quedan unas cuantas primaveras
que
gozar y sufrir.
Pan
para hoy ,
en
una amena y mansa rendición
de
cualquier argumento racional,
este
espacio de tregua,
esta
ilusión con visos de autoengaño
de
que la vida puede llegar a ser magnánima
y
hasta compasiva.
Resulta
tan hermoso
atreverse
a soñar con que podemos
llenarnos
de monedas los bolsillos,
de
sonrisas la boca
e
incluso de esperanza el corazón...
Pan
para hoy...
Comamos.
Comamos.
Y recemos.
Pidámosle
a algún dios domesticable
que
su sabor perdure y que nos sirva
de
consuelo candeal sobre los labios.
No
faltará a su cita,
puntualmente,
la
hambruna de mañana.
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