miércoles, 19 de agosto de 2015

Eclipse total


La luz nos desvalija
de nuestros  más floridos argumentos.

No hay coraza que aguante
su  veredicto impávido .

De frente
la risa es risa y lo demás  patéticas
muecas del alma inválida  que intenta inútilmente
su justificación.

Y el  derechazo
del gesto de la cólera un  retrato implacable
del ángulo más sórdido 
y la verdad más  nítida
que el corazón se calla  porque sabe
que espanta los apegos.

A contraluz
y puesto de perfil
cualquiera tiene un halo redentor
que remite al  misterio  y es fácil adjuntarlo
a nuestras devociones.

Definitivamente 
nos favorecen mucho los eclipses...
Totales.

Está visto,
lo prudente es tener
el exquisito gusto  o la ocurrencia
de morirnos a tiempo de  dejar 
un bonito cadáver
de aquellos que inspiran panegíricos.


 Y de pasar a ser 
un fantasma discreto  .

Un presencia amable y familiar,
con fama de arrastrar tras de su estela
un tropel de suspiros que enamoran 
los silencios del aire.

Un recuerdo difuso en la memoria
digno de ser querido y añorado.

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