La mujer de la foto
sonreía.
Nadie al mirarla podría
imaginar que tuviese un solo motivo para hacerlo.
A su alrededor casas
derruidas, cadáveres pudriéndose al sol ,montones de basura, niños
harapientos, formaban el dantesco e inenarrable prontuario de la
miseria.
Pero el gesto risueño
en su rostro era la prueba fehaciente de que en cualquier
escenario que el infierno se empeñe en construir para
representar el auto sacramental de la desolación siempre habrá un
hueco para la fe, un papel para la esperanza .
La mujer de la foto
sonreía mientras apretaba fuertemente en su mano, salvoconducto
irrefutable al optimismo, una lata de un refresco americano.
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