Con
cada sacudida, una oleada amenazaba con
hundir definitivamente el
iceberg que flotaba a la
deriva ,hasta que, inesperadamente, unas
gotas
añadieron salinidad a la escena.
Ya se sabe, lo mejor es ahogar las tormentas del alma en el fondo de un vaso...
Si es posible de cola con ron y a ritmo de bolero.
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