Calló.
Escuchó.
Hincó
hondas raíces,
hizo su
vida sombra
y
acallada
pasión
evanescente.
Se
alimentó del aire, de la luz,
del
agua de la lluvia,
de la
madre
de
todas las esencias invisibles.
Y
floreció al azar,
perfumada
y gentil,
su
flor,
cuando
tocaba,
en un
hermoso y único poema.
Calló,
siguió
escuchando
por si
es que en el silencio...
O acaso
en ese denso rumor a oscuridad ,
o
prendida al fulgor
fugaz
de alguna estrella...
Por si
es que en algún quiebro del destino
otra
vez sucediese
y
llegase de nuevo un ramalazo
de esa
caprichosa y extraña primavera.
Calla,
escucha,
ausculta
con
atención maniática...
Y las
más de las veces solo oye los ruidos
de un
corazón cansado, que no sabe rendirse,
de un
alma desmayada , que suspira
de puro
aburrimiento .
De una
vida que urge.
De unas
tripas hambrientas.
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