Mis
ojos, que nacieron
para
ver en los tuyos la ternura,
desde
que comprendieron
que
su favor perdieron
ya
no quieren mirar otra hermosura.
En
qué estrella lejana
podrían
encontrar la luz amena,
tan
plenamente humana,
como
la que dimana
de
tu pupila cálida y serena.
De
ahí que hoy el duelo
haga
presa en mi pecho sin mesura
¿En
qué rincón del cielo
encontraré
el consuelo
que
tu mirar radiante me procura?
Dudo
de la quimera
de
que con tiempo cambiará mi suerte,
pero creer quisiera
que
acaso cuando muera
la
luz regrese a mi y vuelva a verte
Y
allá del otro lado
donde
el alma perdona, cede, olvida
teniéndote,
hijo amado,
de
nuevo en mi regazo recostado
tus
ojos volverán a darme vida.
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