Será porque no soy
en nada diferente a los almendros.
¿De qué sirve negar
tres veces o tres mil la primavera?
Qué podemos hacer , sino apostarnos,
en un gesto suicida, la poca fe que aguanta
a que habrán de cuajar todas las flores,
que este será un año sin heladas tardías.
Aunque ello nos cueste
pagarle su tributo a la ceguera.
Los ojos ya no sirven
para mirar y ver,
sino para lograr maravillarnos.
Qué más da esta cosecha
de silencios de escarcha y pétalos marchitos.
Únicamente puedo bendecirla
por haberme dejado vivir esperanzada
sus anticipaciones.
Ahora poco importa
que me abrase los labios día y noche
el áspero amargor de las ausencias.
No hay comentarios:
Publicar un comentario