Un día, yo también seré de sombra
y levedad, un poso de ceniza
escondida debajo de la alfombra
de la memoria, siempre olvidadiza.
Y, con suerte, el temblor que galvaniza
recuerdos, cuyo empuje desescombra
una imagen antigua y repentiza
un gesto amable el labio que la nombra.
Un aroma de lilas, atrapado
por capricho de algún hado clemente
en las hojas de un libro abandonado.
Y el rumor de esa música, encarnada
en el alma de un verso vehemente,
capaz de humedecer una mirada.
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