Estamos atrapados aquí abajo.
La vida nos acecha.
En el marasmo lento de las horas
se enrosca ensimismada y se detiene
hasta
ahogar al gorrión que nos anima.
Hasta
que respirar acaba siendo
un
angustioso angor ,
una
suerte de nudo corredizo
que
asfixia la verdad que se rebela
y sus
gritos sofoca .
Ahíta
de cuchillas cristalinas
y
atrapada en la ciénaga innombrable
del
silencio voraz,
la
palabra,
tibieza milagrosa,
con la
que aproximarnos,
con la
que acariciarnos
para
ver de engañar la soledad,
sucumbe
y
lentamente,
como un
alga se pudre y nos infecta.
Hay
siempre una serpiente camuflada
tras de
cada mutismo ,
siempre
hay un temblor hecho de plumas
con
vocación de presa,
y,si
es que hiciese falta,dispuesto a autoinmolarse.
Dónde
iremos ahora
a
buscar aquel soplo redentor de esperanza
cuando
incluso el aliento imprescindible
lo
hemos declarado una utopía .
Pues digamos que es
por justicia poética si luego
a las alas sin rumbo,
que, huérfanas de sueños,renuncian hasta al aire
por justicia poética si luego
a las alas sin rumbo,
que, huérfanas de sueños,renuncian hasta al aire
la existencia les pesa
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