No
merece la pena molestarse
en
zurcir malamente las heridas
a base
de palabras desabridas
que el
viento ha de llevarse.
Están
hartos los cielos
de
bandadas fallidas de poemas,
pues
para remediar tantos problemas
no
tienen ya milagros ni pañuelos.
Es
mucho más sensato
dedicarse
a asolar las amarguras
hasta
que se decante su propensión al grito.
Y
después permitirse el arrebato
de
romperle al silencio las costuras
con un
largo suspiro, ansioso de infinito.
Y ver
cómo desprende
vaharadas
de calma la tarde que se enciende.
No hay comentarios:
Publicar un comentario