El
ritmo, triqui, traca, se desvela
sobre
mi voz ahogada y regurgito
el
tedio hasta que intento un gorgorito
que
creo que no cuela.
Debo
reaprender la cantinela
de la
respiración, y me ejercito
snif,
snif, snif, en este rito,
que
aunque no jode amuela.
El
diafragma siente en sí la espuela
e
ignora el rollo zen, soltando un grito,
un
largo aggggg, que al aire desconsuela.
Llegados
a este punto la candela
del
corazón dormido resucito
y, tac,
tic, tac, galopa ya que vuela.
Pues
puestos a versar... que sobre tela
para
hacerme la banda que amerito,
único
honor de quien no tiene abuela.
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