De
silencios de labios congelados ,
que
esperan anhelantes,
masticando tristeza y soledad
masticando tristeza y soledad
está
lleno el infierno.
Pero
podemos intentar el truco
más
viejo de la audacia,
hacer
que la moneda
dé la vuelta en el aire
y siempre
salga cara, trastocando
el orden de
las cosas
Porque
la soledad nos hace libres.
Y
los silencios pueden
llenarse
de sentido, transformarse
en
el germen de todos los sonidos
en la ocasión
perfecta
que
esperaba la música esencial,
la
que nos bulle dentro,
para
manifestarse.
También
hay un silencio
sonoro
y creador que nos devuelve
nuestra
hermosa armonía .
Y
una soledad
que no nos
intimida y nos acerca
a
nuestro ser más íntimo.
Allí
donde es posible
recrearse
y al tiempo
recrearnos
tal
como alguna vez, quizás, nos ideó
un dios más
maternal,
menos
terrible.
Y
saber que si nunca
llegaremos
a ver el cielo prometido,
al
menos sí podemos atrevernos
a llegar a soñarlo.
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