Todo es una ruina.
La cabeza no.
Ella sigue ahí,
imperturbable
exprimiendo las últimas esencias
de los marchitos pétalos,
mientras niega el medrar de las espinas
por todos los rincones donde ayer
el bienestar reinaba.
Todo es guirigay.
La cabeza no.
Ella puede ignorar todos los ruidos
que inficionan el aire
y enfrascarse en la magia de las viejas canciones
que en su interior resuenan.
Es todo un torbellino.
La cabeza no.
Ella, en su alienación,
sabiamente levita
sobre las fumarolas de un pasado perfecto.
Lo demás es espacio sin futuro,
un presente insufrible,
carne de una babel ingobernable,
ajena al esplendor de sus quimeras.
No hay comentarios:
Publicar un comentario