Lo cortés nunca quite lo valiente,
me enseñaron a mí, y a decir cosa
que pudiera escocer con voz melosa,
rostro risueño y el mirar de frente.
A ser considerada y muy paciente
con el que tiene más que generosa
soberbia y ostentando una penosa
sesera se proclama inteligente.
Que si es sabido que el silencio es oro,
debo de procurar que pura plata,
la palabra que digo, sea al menos.
Y a pagar con silencio al pobre loro
que, hablando al buen tuntún, metió la pata
al querer imitar logros ajenos.
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