No sé
bien ni por qué...
De
siempre tuve
aquella
vocación ineludible
por
regresar a un tiempo antes del tiempo
que ni
siquiera guarda la memoria.
Desde
que me recuerdo me he soñado
dichosamente
descuidada y líquida
y
cantando la música
libre
y feraz del agua.
No sé
cómo ocurrió...,
seguramente
ha sido
podo a poco,
a base
de ir perdiendo día a día,
batalla
tras batalla,
palmo a
palmo ,
centímetro
a centímetro
el
terreno .
La vida
me ha vencido finalmente...
Ha
puesto tal pasión
en la
caricia pétrea,
se ha
consagrado tanto a la cruzada
de irme
triturando la voz y los impulsos,
que hoy
siento que soy ya, mal que me pese,
casi
de arena ,
consistencia
muda
abocada
a ser carne de desierto.
Tampoco
sé por qué extraño milagro
hasta
el páramo gris en el que habito
a ratos
por sorpresa
llega
una brisa añil extraviada
no sé
bien desde dónde,
acaso
desde
dónde se esconde lo improbable,
desde
un rincón risueño que todavía conserva
-!resiliencia
bendita!-
un poco
de humedad y de locura.
Y puedo
, a su conjuro,
rememorar
la dulce placidez
del
momento inefable
en el
que la existencia discurría
sin
ninguna inquietud, como meciéndose
al
compás que imponía el universo
y
marcaban las olas
y era
el mayor problema
decidir
si quería volar como gaviota
o
seguir tras la estela de un banco de sirenas...
...o si
todos besos que al cabo habrá de darme
un
marino perdido,
sabrán
a ron o a miel,
a sal ,
a
espuma...
O a
puerto de llegada.
Y el
mundo se me vuelve
-bendita
resiliencia-
un
lugar donde aún cabe
la
alegría perfecta de perderse
e
incluso de encontrarse
si
remos ,
mar sin
norte,
con
rumbo a la esperanza.
Alma
adentro
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