Los lirios te envidiaban.
Nunca hubo ninguno que luciera en sus pétalos
un malva más intenso y dolorido
que aquel que decoraba tus ojeras.
Después de que ,blindado a cicatrices,
tu yo hipersensible se volvió invulnerable
al rigor de las púas ,
los cactus te temían.
Pero acaba cansando
mantenerse en la pose
de víctima o de esfinge.
Porque las piedras, que te admiran,saben
interpretar tus gestos
y guardan el secreto de que solo en el mar
caben sin molestar todas tus lágrimas.
Ya no quieres seguir a la intemperie.
Toca buscar refugio ,
si es posible,
junto a un calor humano ,
que te haga recordar con devoción
lo que es la ternura y la tibieza.
Tú has sido desde siempre flor de estufa...
Y en cada amanecer desangelado,
vivido en soledad,
sientes que hasta las sombras
de las nubes te pesan.
Y cómo se te escarcha
en los húmedos ojos la acaricia
del aliento del frío.
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