A veces en la hora del crepúsculo
me vence la fatiga.
Resulta muy cansado
andar hipotecando mi tiempo y empeñándome
en gastar mi palabra y sus acentos
- mitad virtud,
mitad claudicación a golpe de desidia-
en explorar espacios
donde quepa un futuro,
y en buscar sin descanso una voz en que hable
rotunda la verdad.
Aunque fustigue y duela.
Pero solo hay silencio.
Ni la brisa se atreve
a disolver los grumos de vetusta
realidad
y el aire
es denso como el plomo.
Y me vuelvo a encerrar en mi clausura,
Porque sé que ahí afuera
solo hay más de lo mismo.
Un sin fin de animales solitarios,
desvalidos y huérfanos de cualquier esperanza,
que siguen sus rutinas
y ya no se preguntan más porqués en la noche...
No vaya a ser que encuentren
por fin una respuesta.
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