Algún
día te amé, estoy segura.
A
tu lado sentí que madrugaba
para
mí sola el Sol y me arropaba
en
dicha y calentura.
Luego
nos fue pudiendo la costumbre
de
los días tediosos de aguaceros
en
los que se pudrieron los tequieros
y
se apagó su lumbre.
No
te cause extrañeza
que
me vaya invadiendo la tristeza
por
la ilusión perdida que agoniza.
Y
que tampoco te provoque asombro
el
temblor de mi voz cuando te nombro.
Fue
tanto el fuego...tibia es su ceniza.
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