Siete velos no
bastan.
Ni setenta prejuicios te refrenan
cuando todo en
tu ser se vuelve impulso
que ansía desvestirse.
que ansía desvestirse.
Yo suelo desnudarme sin recato
doce veces al
día .
Y en ocasiones más ,
sobre todo en
las noches de estío , en que en el cielo
brilla la Luna
Llena.
En pequeños cajones
de
antiquísimos muebles de caoba,
perfumados
de espliego y de nostalgia,
guardo mi
intimidad.
Esos poemas únicos, nacidos
de la
impudicia mística de mi alma,
entregada al puro y palpitante.
placer del
desvarío.
Que jamás
-y es mi
culpa-
habrá de leer nadie .
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