Pedí
prestado el traje
y la
voz a la más vieja sirena
y un
soneto ofrecí a la Luna llena
a
cambio de su mágico celaje.
Hoy
quise cabalgar en las espumas
de tu
cuerpo creciéndose en su gozo
y que
al llegar al borde del sollozo
cesasen
nuestras brumas.
Y un
verso sonrosado
concebir
sobre el sueño inconsistente
de
vivir y sentirse enamorado.
Pero tú
no supiste
ser de
risa y de sal y nuevamente
mi
palabra abortada suena a triste
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