Quién
nos hubiera dicho, en los tiempos felices
que
compartimos juntos, que llegaría un día
tan
malaventurado que nada quedaría
de la
antigua abundancia de besos y perdices
Es más
, de haberlo hecho, ¿de qué hubiese servido?
No hay
quien escarmiente sobre cabeza ajena
y
malvivir sufriendo por la futura pena
es
padecer dos veces, de todos es sabido.
Gozamos
el presente de forma desmedida,
exprimimos
las rosas , bebimos los licores
del
placer de tenernos que nos brindó la vida.
Y qué
vamos a hacerle si tristeza y dolores
van
luego aparejados a esa despedida
que
anubla el horizonte de los grandes amores.
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