viernes, 24 de marzo de 2017

Tabla de salvación


Definitivamente
hoy no quiero llorar.

No quiero malgastar este crepúsculo
de lujo esplendoroso, empantanándome
en la contemplación de mis derrotas.

Hoy no quiero sentarme en un rincón
a recordar pasados más felices
y a dejar que me invada la nostalgia.

Ni quiero sumergirme
a explorar la verdad de mis abismos
y verme tal cual soy
la imagen de un presente deslustrado
a base de rumiar desesperanza.

Hoy prefiero salvarme de mí misma,
maquillarme a conciencia,
ensayar un buen rato ante el espejo
mi sonrisa mejor
y echarme a la calle
en busca de un buen bar.

Uno de esos sitios que poseen
el aire oscuro de cubil bohemio,
en los que aún se puede beber cerveza negra
mientras escuchas música,
donde de vez en cuando un espontáneo excéntrico
se arranca y te recita
uno puñado de versos decadentes.


Allí, encastillada en su penumbra,
puedo regodearme hasta la náusea
en la biopsia de mis emociones.

Y echar la culpa al humo
si me escuecen los ojos.

O decir con cinismo:
"A mí siempre me hace llorar la poesía”.












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