lunes, 4 de marzo de 2019

Libélulas azules



Ahora sé que puedo
liberar las libélulas azules
que me habitan la piel
y que se agitan
cuando oyen cantar a los torrentes
con acento encendido, que evoca en su rumor
primaveras tempranas.

Y dejarlas que dancen,
desnudas si se tercia,
en un claro del monte bajo el manto
protector de la Luna.

Porque el mundo dormita
o es sordo a conveniencia y escucha solo aquello
que llama la atención a su albedrío absorto
en la virtualidad.

¿A quién va a interesarle
este mundo real en que florecen
las circunvoluciones de ajenos desvaríos ?

Ya puedo ser yo misma
y nadie al mismo tiempo.

Ya puedo dedicarme
a degustar sin prisa el placer infinito
de sentir como vibran sobre mi carne exhausta
mil alas diminutas.

Mientra algo me dice
que nunca ha cerrerarse este ciclo extasiado
 de mis resurrecciones a go-gó.






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