miércoles, 31 de enero de 2018

Oda


Tocaba ya.

A veces es preciso
el recapitular,
volver sin miedo
a recordar los versos del poema
que ha sido nuestra vida,
aunque nos duela tanto
reconocer sus rimas disonantes
y su mediocridad.

Que nunca hubo
en sus amaneceres un destello
publicitando la promesa ilusa
de la felicidad, por el que andarse
malgastando en metáforas.
Ni en sus noches de Luna un ruin pretexto
para intentar un ripio bochornoso
sin sonrojarse, acaso
aquel tan socorrido
de noche con derroche...

Por no decir este que nos titila
como estrella en la punta de la lengua
de fulgor con amor...

Hay que mirar de frente
y glosar ,sin abuso de hipérboles ociosas
ni epítetos gloriosos,
su paisaje agostado por las pérdidas

Hay que atreverse a ver
que todo ha sido un irse desangrando
en aliteraciones
desastre tras desastre
que a pesar de ser campo de derrotas,
solar de los quebrantos,
ahí es donde medran
y en silencio florecen las gestas más heroicas.

Mi escueta circunstancia
es toda una epopeya
y ,aunque escrita en prosa,
esta es, sin más, mi vida.

Y solo tengo esta.

Hay que obligarse a ver
con los ojos nublados por las lágrimas
la chispa de belleza que destila
por los cuatro costados la férrea arquitectura
de su fragilidad.

Hay que aprender a amarla sin reparos
aun incluso a pesar
de todos los pesares.

Hay que unir
nuestra voz a la brisa y atreverse
a ser su pregonera.

Hay que entonar la oda deslumbrada
por el asombro ante prodigio efímero
de su mera existencia hasta que nos alcance
el pulso y el aliento.

Mientras quede
una sola palabra en nuestros labios
que violentar a golpe de fervor,
de autenticidad,
de descaro, de loco atrevimiento...

...de aceptación, incluso.

O más allá,
de inútil rebeldía.



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