Viene y
van.
Todos
vienen y van.
El
suburbano es
como un
gran hormiguero
en el
que todos corren,
con
ademán de autómatas ,de un lado para otro
en
plena agitación
lo
mismo que si fuesen a algún sitio
excitante
y fantástico
a hacer
algo inusual.
Todos
saben
que
corren a encontrarse inevitablemente
con la
misma rutina.
Con los
mismos semblantes,
con los
mismos sudores,
compartiendo
un espacio escaso en el que flota
la
misma sensación de seres sometidos
al
trabajo y la lucha por la supervivencia,
que
intentan no mirarse
por si
acaso se topan
con
alguna emoción.
Viene y
van,
cumplida
su jornada
todos
vienen y van,
los
pies se saben
de
memoria el camino de regreso
y
arrastran el cansancio por los largos pasillos
soñando
con llegar a casa para al fin
quitarse
los zapatos,
para
poder sentarse en su rincón
y soñar
por un rato que casi son felices
si
disfrutan de alguna compañía.
Para acostarse pronto
porque
el despertador madruga mucho.
Para
volver de nuevo
a ser
un alma anónima que siente y que padece,
que
pasa media vida
perdida
en un vagón.
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