Son
treinta y ocho años, día a día,
sudor
contra sudor, codo con codo,
de
darnos nada y compartirlo todo
haciendo un master en hipocresía.
Ya
no espero la luz tras el recodo
del
lustro venidero, ni me guía
la
ilusión de alcanzar esa utopía
de
concertar mi modo con tu modo.
Ni
puedo ya ignorar tanta acedía
como
en el alma causa el electrodo
del
malvivir, apenas me acomodo
a
lobotomizarme la alegría.
Son
treinta y ocho años siendo dos
que
son uno más uno , yo diría
que
ha llegado la hora del adiós
No hay comentarios:
Publicar un comentario