Acaso
palpitar era otra cosa.
Algo
más que sentir cómo me urgía
el
pájaro al cantar su melodía
a
unirme a su algazara jubilosa.
Más
que intuir que pude ser dichosa
con
sólo la procaz zalamería
con
la que supo el sol del mediodía
donarme
su caricia generosa.
Mucho
más que embriagarme de azahares
con
la última brisa y el contento
del
silencio y la paz crepusculares
Acaso
palpitar no he palpitado.
Nunca
sabré del estremecimiento
que
es disfrutar lo simple a tu costado
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