No
quieras saber nunca
cómo
nace el misterio,
quién
teje con paciencia los asombros,
de qué
se nutre el júbilo,
en qué
parajes lóbregos encuentra
su
limo más feraz la fantasía.
A cada
corazón le cabe un nido
poblado
de rapaces,
y un
naufragio que sirve a los caprichos
de
impúdicas sirenas.
Tarde o
temprano
cualquier
alma se entrega a la cadencia
de
voces submarinas
y se
abandona al éxtasis del vuelo.
Arder
rozando el Sol se vuelve entonces
un
grito imperativo.
Poco
importa el que luego
florezcan
torbellinos de cenizas.
Su
soplo hará cosquillas
sobre
la planta inerme de las hojas
y las
hará bailar, acompasadas,
una
danza ritual de podredumbre.
Luego
vendrá la lluvia.
Sobre
la espalda absorta de la tierra
desgranará,
incansable, letanías
bendiciendo
que llegan
las
horas del sosiego.
Retazos
de certezas,
deshilvanados
sueños,
intuiciones…
un
pulso, un parpadeo, una nostalgia
que no
hallan su razón.
Es todo
lo que tengo. A mí me basta.
Tú no
me pidas más.
Lo
siento, no sabría
desentrañar
la esencia de esta música.
Se
llega sin un ruido
a
ratos y me habita.
Llamémoslo
sorpresa.
Es ,
por definición , lo indefinible.
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