Que
podría morirme entre tus brazos
es
algo que sé cierto. Sobre el lecho
acorazado
y tierno de tu pecho
se
desdibuja el mundo de sus trazos.
Hay
momentos que son de una homicida
intensidad:
prendido al codicioso
rumor
de tu deseo, silencioso
mi
corazón del pálpito se olvida.
Qué
dulce muerte es esta sangradura
de
mi ser sobre ti. No causa peso
ni
me aflige en tu altar aniquilarme.
Me
abandono a tu abrazo que me augura
que
entregado y suicida, beso a beso,
tú
has de saber después resucitarme.
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