¿Quién puede
vivir
mirando al mar y resistirse
a sus
sordas y múltiples resacas?
¿
Quién dice que no siente
nostalgia
de su Ítaca perdida
y
sueña con pisar un día de estos
sus
doradas arenas?
Mal
medra aquel que suele alimentarse
de
memoria y espuma.
Dulce arrullo,
la
inquietante canción deslumbradora
que al
oído susurra su espejismo
de
plata en plenilunio,
de
encajes de coral.
Pero yo
te conozco, caracola.
Sé que
callas
que el
laberinto hueco de tu vientre
abruma
a los abismos,
que tu
alma fue pasto
de la
espera y la sal .
En los
ojos de todos los ahogados
hay un
asombro opaco e infinito.
Y en
los del desdichado soñador que contempla
la
inmensidad azul desde la orilla
un
vacío insondable
y un
perpetuo,
brillo
desolador, preludio de las lágrimas.
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