La
tarde está aburrida.
Fisgo
por la ventana
y no
veo trajín ni distracción alguna.
Miro el
revoloteo del pájaro en la rama,
alegre,
descuidado, parece que disfruta,
de
poder seguir vivo, ajeno a que la escarcha
despacio
va cubriendo la punta de sus plumas
de una
leve película depredadora y blanca.
Parece
tan feliz,
absorto
en su aventura
de
buscar el tesoro de una lombriz rosada...
cualquier
mínimo hallazgo
celebra
con su pura
voz de
soprano lírica improvisando un aria.
Esa
fragilidad, prodigiosa y minúscula
consigue
removerme los cimientos de alma
Yo, que
lo tengo todo
esta
vida segura,
en el
refugio cálido
y grato
de mi casa,
cuyos
muros alejan
amenaza
y luchas
del
mundo, sin embargo
me
siento desdichada .
Él
llena su presente
de
lúdica hermosura
que le
regala al aire,
aunque
no tiene nada.
Ser
hombre y conocerte cautivo de la duda
de qué
será de ti el día de mañana,
deudor
de tus certezas
sabiendo
que en la tumba
habremos
de ser todos
cenizas
olvidadas.
Ser
barro y lucidez,
soberbia
mezcla oscura,
es lo
que nos aboca a sofocar las lágrimas.
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