domingo, 2 de abril de 2017

El Dorado



Vivo
tan sólo porque aliento la quimera
de que " El Dorado " existe.

Que hay uno fabricado a la medida
de cada uno
y que está el mío
fundado sobre un verbo creador.

Me embeleso
siguiendo el rastro esa palabra virgen
que nunca nadie oyó
-quizás nunca se dijo
    pues nadie como yo la idolatraba-
El vocablo innombrable
de dicción imposible,
! Abracadabra!
! Abretesésamo!,
ante el que Jericó se desmorone
y los velos se rasguen,
trascendiendo la luz.

A veces la presiento,
burlándose de mí a mis espaldas,
agazapada, pícara,
sutil guiño entrevisto
en el brillo que vuelven los espejos.
cuando se pone el Sol

Brasas los ojos, lúcidos,
penetrando los tules del insomnio,
hay noches en las que creo adivinarla,
felina,
deslizándose,
sobre el filo impreciso entre vigilia y sueño,
como un rumor de gotas de agua que flirtean
sobre la superficie del cristal.

Luego me duermo al fin
y al despertar al alba la he olvidado
como siempre se olvidan,
-pura supervivencia-
insufribles extremos de gozo o de dolor.

Regresa el día y vuelvo yo a buscarla.

Y vuelvo así a tener
la imprescindible excusa razonable
para seguir viviendo
en un mundo de herrumbre y hojalata .

Sin odiar demasiado las absurdas
 liturgias de grisura sempiterna
a que obliga la vida alrededor.

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