Como
un zureo de aves
siento
llegar tu voz hasta mi oído
llena
de evocaciones.
Mitad urgencia, mitad melancolía
tintinea
en medio del crepúsculo
como
un señuelo cargado de promesas,
que
en una de esas días en que el Sol se va pronto
lanzase
sobre el aire
un
torcaz solitario
al
reclamar la pluma de una tórtola
que
le haga esa noche más cálido el nidal
Dulzura
que traspasa,
suavidad
que serena,
delirio
que confunde...
Devoción que me pierde .
Quién
puede resistirse a sus ofrecimientos
de
celestes delicias,
de
deleites y gozos
que
solos los ungidos llegaron a intuir.
Del espíritu al cuerpo
también
cabe el hacer transmigraciones,
el
cielo es un estado sencillo alcanzar.
Despacio
descubrir
si
es a lima o a menta como sabe tu boca
si
tu mano es la horma perfecta de mi seno
en
qué lunar exacto
tengo
escondido un duende
que
me vuelve perversa .
Qué tacto te estimula a regalarme
un
ramillete tierno de caricias
que
esparces por mi piel como una lluvia
de
pétalos rosa.
A
qué cosquillas rindes
tus
cuarteles más íntimos
qué
mordisco despierta
tu
instinto elemental
Qué
olor de los que emano te enardece
Con
qué suspiro te hago
entrar en
ignición .
Con que palabra vibro,
con
qué silencio anuncio
que
deprisa se acerca esa muerte tal dulce
en
que muero por ti
cuando mueres
conmigo.
Cuantas veces no cabe
sumirnos
una y otra y otra vez
en
su sorpresa.
En qué momento exacto de la agonía última
nuestras
almas alcancen entrar en comunión.
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