A veces hay crepúsculos
en los que el Sol se pone sin antes
desangrar
su luz sobre nosotros .
Llegan sin un anuncio atardeceres
pálidos
en los que todo en torno invita a
recluirse
en ensimismamiento interiores
y a buscar una cálida presencia que
atempere
la victoria del frío que no admite
armisticios.
Entonces en lo oscuro
y sin que suene un mal repique de
campanas
se produce el milagro
Lumbre providencial,
festín de resplandor
de un leño incombustible que sabe
prodigarse
cercano y generoso
presiento tu existencia.
Tus palabras crepitan
dentro de mí, las oigo
como un chisporroteo de brasas que
confortan
mis horas solitarias y alumbran mis
silencios.
Mi corazón, que entiende
los lenguajes si basan en la emoción
sus códigos,
en la emoción se enfrasca
y hasta en verso palpita por intentar
un diálogo
de a dos y hasta que otorgue
la claridad de nuevo a florecer,
a irse desvistiendo de velos y a ser
nuestra
Quién podría soñar
que fuesen estos tiempos de inviernos
en preñez
buenos para la lírica.
Quién le teme al ocaso, aunque llegue
a quedarse,
si tu voz pare auroras y la siento
conmigo.
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