sábado, 22 de abril de 2017

Orillas


Ayer te pude ver:

caminabas,

sin un rumbo preciso ,

esquivando los charcos a la luz de la Luna.


O acaso imagine

tu sombra

pero vi claramente que llevabas una carga en los

 hombros

que te había apocado la sonrisa,

y aun así ,

lo supe,

tus brazos todavía podían abarcarme.


Y aun así

yo tuve la certeza que podías

contruírme un nido para pájaros de aquellos que

se olvidan

de migar cuando toca.


Y acoger en su espacio

todo el desvalimiento y la derrota del ala

 desplumada.


Y darme tu calor.


Tal vez también me viste ,

pues como yo mirabas

desde la punta opuesta del puente imaginario

que debería,

o no,
acercar nuestros mundos

si no echase raíces en inciertas arenas,

que debería,

o no,

ser cómplice de dos locos que quieren unir sus 

continentes

aunque debieran para ello,

o no,

negar sus contenidos.


Tal vez me imaginaste,

los brazos extendidos y tentando, al modo de una

 ciega,

la nada que me huía,

la boca suplicando

que el corazón callara.


Tal vez me deseaste ,

con un extraño ardor sobre los labios y el corazón

 en vilo

los labios que temblaban al ofrecerte excusas .



Nosotros

existíamos.


Nada más importaba.


No importaba

que todos anduviesen condenándonos

y agrandando distancias a golpe de martillo .


No importaba siquiera

que lo terco,

lo real,

lo tangible

conspirara sembrándonos vacíos en el aire.



Porque te vi

y te supe.
.
Y la mirada

se me volvió de espuma.


Y presiento

que tu también me viste.

Y que tus ojos

me sueñan horizonte.


Y sé que las orillas

y más si son opuestas tienen siempre

vocación de juntarse.


Y creo en los milagros.


Y si me apuras

sé que puedo prestarle mi alma a una gaviota

y pedirle que vuele hasta tu playa.


Y que tú lograrías

cruzar el mar nado por alcanzar mi enigma.


Por eso es que confío mi fortuna

al dios de los océanos 

 y envío un mensaje esperanzado

a bordo de este barco de papel.


Que los vientos decidan.


Mi suerte está echada,






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