Ayer
te pude ver:
caminabas,
sin
un rumbo preciso ,
esquivando
los charcos a la luz de la Luna.
O
acaso imagine
tu
sombra
pero
vi claramente que llevabas una carga en los
hombros
que te había
apocado la sonrisa,
y
aun así ,
lo
supe,
tus
brazos todavía podían abarcarme.
Y
aun así
yo
tuve la certeza que podías
contruírme
un nido para pájaros de aquellos que
se olvidan
de
migar cuando toca.
Y
acoger en su espacio
todo
el desvalimiento y la derrota del ala
desplumada.
Y
darme tu calor.
Tal vez también me viste ,
pues
como yo mirabas
desde la punta
opuesta del puente imaginario
que debería,
o
no,
acercar
nuestros mundos
si no echase raíces en inciertas arenas,
que
debería,
o no,
ser
cómplice de dos locos que quieren unir sus
continentes
aunque
debieran para ello,
o
no,
negar
sus contenidos.
Tal vez me imaginaste,
los brazos
extendidos y tentando, al modo de una
ciega,
la
nada que me huía,
la
boca suplicando
que
el corazón callara.
Tal
vez me deseaste ,
con
un extraño ardor sobre los labios y el corazón
en vilo
los
labios que temblaban al ofrecerte excusas .
Nosotros
existíamos.
Nada
más importaba.
No
importaba
que
todos anduviesen condenándonos
y
agrandando distancias a golpe de martillo .
No
importaba siquiera
que
lo terco,
lo
real,
lo
tangible
conspirara
sembrándonos vacíos en el aire.
Porque te vi
y
te supe.
.
Y
la mirada
se
me volvió de espuma.
Y
presiento
que
tu también me viste.
Y
que tus ojos
me
sueñan horizonte.
Y
sé que las orillas
y
más si son opuestas tienen siempre
vocación
de juntarse.
Y
creo en los milagros.
Y
si me apuras
sé
que puedo prestarle mi alma a una gaviota
y
pedirle que vuele hasta tu playa.
Y
que tú lograrías
cruzar el mar
nado por alcanzar mi enigma.
Por
eso es que confío mi fortuna
al
dios de los océanos
y envío un mensaje esperanzado
a
bordo de este barco de papel.
Que
los vientos decidan.
Mi
suerte está echada,
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