No había nadie alrededor que la viese.
Pero de haberlo habido , tampoco la habría visto.
Llevaba ya un buen
rato ahí,más que quieta, hecha quietud , confundida con las sombras
inertes que las cosas inmóviles depositaban en los rincones de la
noche.
Los músculos paralizados, la mente concentrada en escrutar
el silencio, los ojos , fijos en un punto, intentando descifrar la
oscuridad.
Agazapada.
Como la presa que presiente la presencia de
la fiera.
Lo sintió llegar y un último resto de
cordura le grito desde su interior
-“! No lo hagas!”.
Demasiado
tarde,hacía tres décimas de segundo que su instinto la había
obligado a saltar hacia adelante.
La luz brillante la cegó un
momento.
Una ráfaga de aire la pasó rozando la cara .
Como siempre,
cayó del otro lado y se golpeó las costillas, pero no sintió el
dolor. Estaba demasiado absorta en la embriagante sensación de
sentirse tan viva. Y tan agradecida de estarlo.
Aún se estremecía al recordarla
cuando , ya en su cama y a punto de dormirse se dijo :
-“ No voy a
volver a hacerlo”
Sabiendo que la convicción y la fidelidad
a sus promesas no eran precisamente sus mejores cualidades.
Y que la adrenalina corriendo por sus venas era una sensación demasiado intensa como para poder arrancarla.
Y que la adrenalina corriendo por sus venas era una sensación demasiado intensa como para poder arrancarla.
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